lunes, 21 de julio de 2003

La Papisa Juana (Lawrence Royidis)

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Nada hay más dulce que las lágrimas cuando tenemos una mano pronta a enjugarlas, o un par de labios ansiosos por besar esa lluvia del corazón, como las llaman los hindúes. Cuando uno llora solo, las lágrimas son verdaderas y amargas, como todas las verdades del mundo.

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Para disfrutar adecuadamente de la naturaleza el corazón y el estómago deben estar tranquilos. De otra forma el sol nos parece una máquina para madurar melones, la luna una linterna para los rateros, los árboles una cantidad de leña, el mar salmuera y todo el conjunto de la vida tan desprovisto de sustancia como un zapallo hervido en agua.