Sefarad (Antonio Muñoz Molina)
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Pero se han ido haciendo mayores sin que nos diéramos cuenta y se nos vuelven unos desconocidos, huéspedes huraños de nuestra misma casa, encerrados en esos cuartos que se han vuelto como madrigueras sombrías, de las que salen a veces músicas insufribles, olores o ruidos que preferimos no identificar.
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Nada de lo que a nosostros nos gusta tiene ya significado para ellos, y de ven en cuando se nos quedan mirando con lástima o con indiferencia y nos hacen sentirnos ridículos, vernos a través de lo que ven sus ojos en nosotros, gente gastada y mayor a la que no sienten que deban agradecer nada, que les provoca sobre todo irritación y aburrimiento, y de la que se apartan como queriendo desprenderse de las telarañas sucias del polvo del tiempo al que nosotros pretenecemos, el pasado.