jueves, 24 de mayo de 2007

Brooklyn Follies (Paul Auster)

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Ésa es la ley no escrita, la única norma protocolaria que debe seguirse estrictamente en la estiqueta norteamericana. Los pedos no salen de nadie ni de ningún sitio en concreto; son emanaciones anónimas que tienen su origen en el conjunto del grupo, y aunque hasta el último de los presentes puede señalar al culpable, la única actitud sensata consiste en negarlo.

- 67 -

Pedir perdón a alguien es un asunto complejo, un ejercicio de delicado equilibrio entre el terco orgullo y el apesadumbrado cargo de conciencia, y a menos que uno sea realmente capaz de abrirse a la otra persona, toda disculpa adquiere un timbre falso y vacío.

- 130 -

Cada hombre contiene varios hombres en su interior y la mayoría de nosotros saltamos de uno a otro sin saber jamás quiénes somos. Optimista un día y pesimista al siguiente; pesaroso y mudo por la mañana, riendo y contando chistes por la noche.

- 161 -

...cuando una persona es lo bastante afortunada para vivir dentro de una historia, para habitar un mundo imaginario, las penas de este mundo desaparecen. Mientras la historia sigue su curso, la realidad deja de existir.

- 172 -

Quiero traerlo todo a la memoria. Si todo es demasiado pedir, entonces sólo una parte. No, más que eso. Casi todo. Casi todo, con espacios en blanco para los recuerdos que falten.

- 281 -

Las relaciones sexuales entre gente mayor pueden pasar por situaciones molestas o de cómica indolencia, pero también poseen una ternura que suele escapársele a los jóvenes. Pueden tenerse lo pechos caídos, o la picha pendulona, pero la piel sigue siendo piel, y cuando alguien que te gusta te acaricia, te abraza o te besa en la boca, te sigues derritiendo de la misma manera que cuando creías que ibas a vivir eternamente.

- 303 -

Eso es lo que ocurre cuando uno va a parar al hospital. Te desnudan, te ponen uno de esos camisones humillantes, y de repente dejas de ser quien eres. Te conviertes en la persona que habita tu cuerpo, y en adelante no eras más que la suma de todas las insuficiencias de ese cuerpo. Verse reducido de ese modo equivale a perder todo el derecho a la intimidad.

domingo, 20 de mayo de 2007

Unos labios dicen (Elena Martín Vivaldi)

- 28 -

LLUVIA

Si la lluvia, manual de nostalgias,
abre su gris presencia.
Si la lluvia recorre los caminos,
si llama con nudillos a las puertas,
si gotea en los cristales,
si acompaña, en silencio, a los amantes,
si apacigua al quellora
y deja su almohada a los enfermos;
si consuela al que triste,
si venda las heridas.
Yo la pido
y la llamo,
aunque luego mi ensueño
se deshaga en cristales.

- 59 -

PRESENCIA EN SOLEDAD

Tú puedes decir que no, y esconderte,
tapiar todas las puertas,
suprimir las rendijas por donde intente, pálido,
filtrarse el sol desnudo de mi vida.
Tú puedes huir del fondo de mi sueño
y evadirte de la sincera magia del recuerdo imborrable,
mientras todas la manos se tienden al vacío.

Tú puedes decir que no.
Leer un largo libro y, sin pensarme,
quitar el polvo gris de mi otra sombra,
estrujarme, crujirme entre los dedos
fieles de tu memoria,
dejando sólo el polen de mi ausencia,
junto con la ceniza y el despojo final de tu cigarro.

Bien. Tú puedes decir que no,
pensar que no fue nada,
que tú y yo nunca fuimos esa música
oculta en los rincones de la ciudad dormida.
No creer en mi beso,
figurártelo lívido, sin vida,
sin oír que, fantasma, te humedece los labios
y te los hace míos cuando hablas.
(...)

Tú puedes decir que no,
que no es mi sangre
el tic-tac del reloj de tu mesa de noche,
ni son mis ojos todas las estrellas,
ni que mis manos son todos los ríos,
que ni mi llanto son todas las puertas
temblando por la noche.

Tú puedes decir que no.
Pero yo sé que soy ese ritmo que de pronto estremece
tu voz cuando la besas,
y que estoy en la mirada errante de tus ojos,
apartados de la sonora curva de su boca.
Pero tú puedes andar por las calles,
-las calles donde nunca habré estado-
usar tu misma voz y la sonrisa,
leer el mismo libro o quizá
otro libro cualquiera,
mientras mi sangre se finge una luz última
sobre el silencio íntimo de la nieva en mi tarde.

Tú puedes decir que no, y sin decirlo,
tener un no redondo en tus palabras.
Las palabras que dices ahora cuando vas y la miras,
esas palabras que le vas entregando una a una
cubriendo su almohada de azahares cumplidos
y tejiendo con ellas tu amor ¡ay! sí, por ella,
desnunando a tu noche de luna y pasiones.
Pero dentro de no cerrado y en su círculo
estarán las palabras -otras-
que nunca me ofreciste.

Pero tú ya no puedes,
yo sé que tú no puedes
borrar todas las letras de lo que ya está escrito
sobre los almanaques de una fecha.
Tú puedes decir que no,
negar, negar tres veces,
tres veces multiplicadas por tres veces,
y de todas las sumas,
saldrá un número exacto
y se quedará siempre aquí en tus manos,
sin que puedas restarle la evidencia
de lo que fue y es tiempo.
Un tiempo que es el mismo,
un ahora despierto, un que te persiga,
haciendo de tu sombra
la doble circunstancia de tu paso.

- 100 -

CUARTO MENGUANTE

Y qué día, hoy sí, qué día más y más piedra
y triste.
¡Me instó tanto la muerte!
Y no puedo. No he podido comprender por qué se muere,
ni he querido adivinar por qué se vive,
para luego volverse irremediablemente nada.
Ni tampoco entiendo ese no-amor (no-vida).
Vivir en soledad de amor: primera muerte.

Porque la luna sale. Sale y crece. Luna,
la luna llena, alta, sola.
Y decrece.
Pero vuelve, renace, grande y llena,
qué inmensa en su mirada.
Pero la muerte es muerte. Y nadie explica
por qué, aquí, estoy pensando, escribo, miro
la luna, y otro día, otro día,
todo termine y siga, siga, no estando yo,
siga la vida, y siga recta, ciega en su ritmo.
Igual la luna, igual amor, el beso la nostalgia,
igual la voz, el agua, río, el viento;
los árboles, la luz. La rama
y amarilla.
Nubes, cielo.
Igual la estrella, mundo, labios, aire.
Igual todo, la risa, lluvia, el llando.
(Y haya quien diga "fue".
Signo implacable, ausencias, negaciones.)

Sí, qué día más gris,
gris-triste, triste y gris,
desconsoladamente inmenso, negativo.

Y puede que la luna
-¡ay, esta noche!...
sienta,
mecida en su menguante,
un temblor de recuerdo
inexplicable.

lunes, 14 de mayo de 2007

Tokio Blues (Haruki Murakami)

- 39 -

La muerte no existe en contraposición a la vida sino como parte ella.

- 330 -

En una caja de galletas hay muchas clases distintas de galletas. Algunas te gustan y otras no. Al principio te comes las que te gustan, y al final sólo quedan las que no te gustan. Pues yo, cuando lo estoy pasando mal,, siempre pienso: "tengo que acabar con esto cuanto antes y ya vendran tiempos mejores. Porque la vida es como una caja de galletas"

- 339 -

Cuando uno está rodeado de tinieblas, la única alternativa es permanecer inmóvil hasta que sus ojos se acostumbren a la oscuridad.

- 352 -

Y no debemos vivir de una manera tan rígida, midiendo la longitud con una regla y los ángulos con un transportador como si la vida fuera un depósito bancario.

- 358 -

"La muerte no se opone a la vida, la muerte está incluida en nuestra vida".Es una realidad. Mientras vivimos, vamos criando la muerte al mismo tiempo. Pero ésta es solo una parte de la verdad que demos conocer. (…) El conocimiento de la verdad no alivia la tristeza que sentimos al perder a un ser quierido. Ni la verdad, ni la sinceridad, ni la fuerza, ni el cariño son capaces de curar esta trsiteza. Lo único que puede hacerse es atravesar este dolor esperando aprender algo de él, aunque todo loo que uno haya aprendido no le sirva para nada la próxima vez que la tristeza lo visite de improviso.