domingo, 6 de enero de 2008

El Evangelio según Jesucristo (José Saramago)

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… el pensamiento (…) es como un grueso ovillo de hilo enrollado sobre sí mismo, flojo en unos puntos, en otros apretados, hasta la sofocación y el estrangulamiento, está aquí, dentro de la cabeza, pero es imposible conocer su extensión toda, pues habría que desenrollarlo, extenderlo, y al fin medirlo, pero esto, por más que se intente o se finja intentar, parece que lo puede hacer uno mismo sin ayudas, alguien tiene que venir un día a decir por dónde se debe cortar el cordón que liga al hombre a su ombligo, atar el pensamiento a su causa.

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Ocho días después del nacimiento, llevó José a su primogénito a la sinagoga para que lo circundasen, y allí el sacerdote cortó diestramente, con cuchillo de piedra y la habilidad de un experto, el prepucio del lloroso chiquillo, cuyo destino, del prepucio hablamos que no del niño, daría de por sí para una novela, contando a partir de este momento, en que no pasa de un pálido anillo de piel que apenas sangra, y el de su santificación gloriosa, cuando fue papa Pascual I, en el octavo siglo de nuestra era. Quien quiera verlo hoy no tiene nada más más que ir a la parroquia de Calcata, que está cerca de Viterbo, ciudad italiana donde relicariamente se muestra para edificación de creyentes empedernidos y disfrute de incrédulos curiosos.

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Mil veces la experiencia ha demostrado, incluso en personas no particularmente dadas a la reflexión, que la mejor manera de llegar a una buena idea es ir dejando que fluya el pensamiento al sabor de sus propios azares e inclinaciones, pero vigilándolo con una atención que conviene que parezca distraída, como si estuviera pensando en otra cosa, y de repente saltauno sobre el inadvertido hallazgo como un tigre sobre la presa.

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El sueño es su enemigo de todas la noches, con él tiene que luchar como por la propia vida y es una guerra que siempre pierde, aunque en algunos combates venza, pues infaliblemente, llega un momento en que el cuerpo agotado se entrega y adormece…

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…bien sabido es que las evidencias de la obviedad cortan la alas al pájaro inquieto de la imaginación.

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Pasados unos meses, una lluviosa y fría noche de invierno, un ángel entró en casa de María de Nazaret y fue como si no hubiera entrado nadie, pues la familia se quedó como estaba, sólo María se enteró de la llegada del visitante, tampoco podría haberse hecho la desentendida, dado que el ángel le dirigió directamente la palabra, y fue así, Debes saber, María, que el Señor puso su simiente mezclada con la simiente de José en la madrugada que concebiste por primera vez, y que, por consiguiente y en consecuencia, de ella, de la del Señor, no de la de tu marido, aunque legítimo, fue engendrado tu hijo Jesús. Se asombró mucho María con la noticia, cuya sustancia, felizmente, no se perdió en la alocución del ángel, y pregunto, Entonces Jesús es hijo mío y del Señor, Mujer, que falta de educación, a ver si tienes más cuidado con las jerarquías, con las precedencias, del Señor y mío tendrías que haber dicho, Del Señor y tuyo, No, del Señor y tuyo. No me confundas la cabeza, repóndeme a lo que te he preguntado, si Jesús es hijo, Hijo, lo que se dice hijo, es sólo del Señor, tú, para el caso, no pasaste de ser una madre portadora, Entonces, el Señor no me eligió, Bueno, el Señor staba sólo de paso, quien estuviera mirando lo habría notado sólo por el color del cielo, pero se dio cuenta de que tú y José erais gente robusta y saludable y entonces, si todavía recuerdas cómo estas necesidades se manifestaban, le apeteció, el resultado fue nueve meses más tarde, Jesús, Y hay certeza, lo que se dice certeza, de que fue realmente la simiente del Señor la que engendró a mi primer hijo, Bueno, la cuestión es delicada, lo que pretendes tú de mí es nada menos que una investigación de paternidad, cuando la verdad es que, en esos connubios mixtos, por muchos análisis, por muchas pruebas, por muchos recuentos de glóbulos que se hagan, la seguridad nunca es absoluta…

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…la ocasión puede crear una necesidad, pero si la necesidad es fuerte, tendrá que ser ella la que haga la ocasión.

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…ya se sabe que las palabras pronunciadas por el corazón no tienen lengua que las articule, las retiene un unudo en la garganta y sólo en los ojos se pueden leer.

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Entonces comprendió Jesús que vino traído al engaño como se lleva al cordero al sacrificio, que su vida fue trazada desde el principio de los principios para morir así, y, trayéndole la memoria el río de sangre y de sufrimiento que de su lado nacerá e inundará tda la tierra, clamó al cielo abierto donde Dios sonreía, Hombres, perdonadle, porque él no sabe lo que hizo.

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